Dos hombres buenos en una terraza
Ayer tarde, iba yo pensando en mis cosas, a unas horas en las que el ambiente empezaba a ser mucho más amable, cuando dos hombres buenos reclamaron mi atención desde una terraza. Con seguridad, de no haberme visto ellos, yo hubiera pasado de largo. Sin embargo, al advertir por el rabillo del ojo sus gestos, me desvié para saludarlos, esbozando una sincera sonrisa. Se trataba de esa clase de personas que siempre da gusto encontrarse en la calle. —¿Cómo estáis? —dije al llegar a ellos, mientras les estrechaba las manos. —Hola Luis. ¿Qué tal? ¿Has estudiado mucho? —No. La verdad es que no. He leído mucho, pero estudiar, lo que se dice estudiar de forma ordenada, nada. Desde que acabamos el curso, cero. —Pues nosotros estamos valorando en qué asignaturas nos vamos a matricular en septiembre; si es que lo hacemos. —Me lo creo. Aunque al final ya sabéis que siempre se acaba uno matriculando en más de las que puede. —Sí, sí. Siempre pasa. Es verdad. —Entonces no has estudiado nada.