A vueltas con el asunto de la Tierra plana

Debo decir en primer lugar que este asunto me parece fascinante. Preguntarse por la figura real de la Tierra representa sin duda un sano interés intelectual, que además levanta pasiones. ¿Pero por qué las levanta? ¿Acaso se le tiene miedo a saber la verdad? Lo que más me sorprende de todo este asunto, sin embargo, es que de entrada ya exista una oposición o resistencia a plantear siquiera la posibilidad de que la Tierra realmente sea un plano y no una esfera. ¿No nos enseñaron en la escuela, algún maestro al menos, a poner en tela de juicio lo sabido? 

Desde luego, hay una evidente obstinación por parte de quienes ni siquiera han dedicado un minuto a reflexionar sobre estas cuestiones. ¿Pero es posible formarse un juicio acerca de lo que sea sin haberlo considerado previamente? ¿A qué se debe entonces esa resistencia? ¿A cuento de qué algunos se sienten incómodos con este tema? Seguramente se deba a lo que decía Mark Twain, que es más fácil engañar a la gente que hacerles ver que han sido engañados.

Recuerdo como si fuera hoy mismo la advertencia que nos hizo mi profesor de Historia en Primero de Bachillerato. Sed críticos a la hora de examinar la información, nos dijo. Analizad con cuidado lo que aparece en televisión y en los diarios... Parece que lo estoy viendo en estos momentos decirlo. Desde entonces no he hecho otra cosa. En realidad podría decirse que me dedico a ello. Analizo y reflexiono acerca de todo cuanto veo y leo. Y no soy tan necio como para creer que yo no he sido engañado. Todo lo contrario, pues cada día descubro una nueva mentira, y acabo abochornado por lo ciego que he sido hasta ese momento. ¿Y es que a quién no le avergüenza haber sido un primo? Por eso cuanto mayores sean la mentiras que se tambalean, menores serán nuestros deseos de que éstas sean tales. Quedaríamos como idiotas ante el resto del mundo, aunque el resto del mundo también lo sea.


En fin, hace poco volvía a estar embregado en esta apasionante cuestión. Y la verdad es que el debate se puso muy interesante. Por mi parte, yo no sé si la tierra es plana o redonda, si está fija en el universo o si orbita en torno al sol. No podría afirmarlo. En este instante no. Como sí afirmo abiertamente la existencia de Dios, la demolición controlada de las Torres Gemelas o que la fuerza de la gravitación de Newton es una falacia. Ahora bien, si tuviera que inclinarme, apostaría por el geocentrismo y la Tierra como planicie (entiéndase esto como un plano con relieves montañosos opuesto a la figura de globo o esfera).

El modelo heliocéntrico afirma que el Sol (helios) es el centro de nuestro universo, y que por tanto la Tierra gira en torno a él, junto al resto de planetas. Este modelo astronómico se fue imponiendo a partir del siglo XVI como consecuencia de las teorías de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton. Y daba como resultado una tierra esférica. El modelo geocéntrico, por el contrario, es el que había predominado hasta entonces, y sostenía sencillamente que la Tierra era el centro del universo alrededor del cual giraban los otros planetas. La Tierra se concebía entonces como un plano inmóvil y no como una esfera. Tolomeo, Roberto Belarmino, Tycho Brahe y todas las civilizaciones antiguas, pensaban de este modo el cosmos que nos rodea. También las Sagradas Escrituras se pronunciaban en tal sentido.

¿Cuál de los dos modelos está en lo cierto? ¿Cuál responde a la realidad? ¿Tiene alguna relevancia saber si vivimos en un modelo heliocéntrico o en otro geocéntrico? ¿Por qué es importante saber si la Tierra es un plano o una esfera? Lo que está en juego, en el fondo, es la cosmovisión misma de las cosas, en la medida en que se enfrentan dos paradigmas opuestos: uno creacionista y por tanto religioso y otro nihilista y por tanto ateo.

El modelo astronómico heliocéntrico dificulta su acción al Espíritu Santo, mientras que el que ya no merece ningún crédito al paradigma científico oficial, las facilita enormemente. Aquél es una cantera de ateos, éste, el modelo geocéntrico, favorece la gestación de creyentes. Como vemos, la antiquísima batalla por las almas también se extiende a la ciencia.

Con todo y con eso, el modelo astronómico de Copérnico sigue sin poder negar a Dios, aunque reste todo protagonismo a la Tierra, puesto que sigue intacta la necesidad de un Sumo Hacedor del universo, y la de un Ser Necesario que explique la contingencia.

En cualquier caso, aquí únicamente he querido llamar la atención sobre esa resistencia inicial que se detecta en algunas personas; por no decir rechazo prejuicioso, lo cual es reflejo de una penosa estrechez de criterio y de miras, y de una falta de amplitud intelectual, que da la razón a un sistema empeñado en anestesiar y castrar inteligencias.

Posdata: continuará...


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