La decadente Torrevieja y su encanto particular
Dicen que Torrevieja ya no es lo que era. Hubo una época en la que era considerada la «Playa de Madrid». Y hasta la ciudad alicantina iban centenares de familias a disfrutar de unas vacaciones soleadas y excitantes. A la caída del sol, en los meses de verano, el paseo marítimo se abarrotaba de gente, y Torrevieja y alrededores (Santa Pola, Almoradí, Guardamar del Segura, Los Montesinos) se convertían, junto con las salas de baile de la vecina Valencia, en la referencia del ocio nocturno de toda España, desafiando a focos playeros tan punteros como Barcelona o Ibiza. Torrevieja fue hace treinta años el corazón de la famosa «ruta del bakalao», y no había discotecas tan nombradas ni reconocidas en ningún otro rincón del país (KKO, Sakkara, Revival, Central Rock, Chocolate, Hook, etc.). Hoy esos antiguos dinosaurios han desaparecido, y ya no queda de muchos de ellos ni su estructura ósea. Docenas y docenas de apartamentos se venden al mejor postor, sin encontrar comprador alguno, y la prensa, haciéndose eco de estadísticas oficiales, advierte que Torrevieja es hoy la ciudad más pobre de España. Lo parece, aunque en verano sigue atrayendo a multitud de turistas, muchos de ellos extranjeros. Y es que a pesar de las apariencias, la feucha ciudad alicantina sigue siendo capaz de satisfacer a cuantos son capaces de mantener a raya el demonio del aburrimiento.
Este verano he conocido un poco mejor Torrevieja. En siete días me ha dado tiempo de recorrerla de cabo a rabo y de sondear sus límites. Me sigue pareciendo una ciudad fea, de estética decadente, a la que francamente ha sentado mal el paso del tiempo (su nuevo ayuntamiento debe de ser el más feo de España). Sus playas tampoco me merecen grandes elogios. Etcétera. Con todo y con eso, en una de dichas playas, El Acequión, pasé momentos de inmensa felicidad, junto a una pareja de color y sus tres pequeños negritos. Los padres tendrían aproximadamente mi edad; la hija mayor, Khalisa, de unos 5 años (el vivo retrato de Serena Williams); el mediano, Khail (adorable pequeñajo con fusil de agua en mano que me recordaba al monigote de los Conguitos), de unos tres; y la pequeña, de la que no pude averiguar su nombre y que tendría un año y pico. Un espectáculo. Cada vez que los veía llegar a la playa me embargaba una alegría plena y duradera. Por eso interrumpía constantemente mi lectura para ver a los niños guerreando con su padre en el agua, mezclándose con cualquiera, o acaparando cuantos pingüinos flotantes lanzaba un moro a lo largo de la orilla para que los adultos aflojaran algunas monedas. Más allá de las boyas, decenas de embarcaciones con su bandera de España salían y entraban del embarcadero. Y a mi espalda, a menos de veinte pasos, dos chiringuitos me ofrecían la refrescante bebida dorada que tanto apetece a eso del mediodía. Tampoco se está tan mal aquí, pensé. Y poco a poco fui viendo lo gris blanco y lo feo bonito; porque supongo que empecé a mirar las cosas que me rodeaban con los ojos de aquellos niños.
A las afueras, en dirección a Orihuela, la urbanización de Punta Prima tiene un aspecto más tentador que la vetusta Torrevieja; y el paseo desde ésta hasta el restaurante Punta Prima, pasando por el conocido Nautilus, con el desbravado mar a la izquierda, se hace gustosamente. La vuelta, si se pasea durante la tarde, ofrece un contraste entre el sol poniéndose, a un lado, y el infinito mar Mediterráneo de brillos turquesas y violáceos, al otro, majestuoso. Me han contado que la urbanización de La Mata, al otro extremo de Torrevieja, también es muy atractiva, pero yo no puedo contarlo.
En cuanto a la ciudad de Torrevieja, en sí misma, ofrece algunos encantos. A nivel arquitectónico destaca el Casino, con una arquitectura modernista encantadora, un artesonado de escayola realmente bonito, y coquetos salones de aroma clásico. Su terraza es muy agradable. Enfrente se sitúa La Marina, bar en el que comí varias veces, ubicado en el muelle pesquero, lugar verdaderamente ameno y con pescado fresco. No puede negarse que la gastronomía es un reclamo más de los destinos turísticos, y que ésta eleva o disminuye el grado de satisfacción de cualquier desplazamiento viajero. Y en Torrevieja, que cuenta con una variadísima oferta de restaurantes, sobresalen dos: El Mesón de la Costa y Umami.
En concreto este último local, de cocina japonesa, incrementó mi nivel de satisfacción exponencialmente, haciendo que abandonara Torrevieja no sólo con un gran sabor de boca, sino con el convencimiento de que merece la pena hacer dos horas de viaje en automóvil para repetir la experiencia. Y es que desde el entrante supe que había acertado reservando en dicho sitio. Al pepino finamente cortado y aliñado con un jugo cítrico y sésamo le siguieron unas setas deliciosas, el mejor atún de almadraba que he comido en mi vida (desaparecía en la boca y dejaba en ella su alma), un primoroso sushi no igualado por ninguno de los que he comido en excelentes locales de Madrid, y dos magníficos postres. Todo regado, además, por un sake espumoso absolutamente delicioso.
Y como es cierto que la vida no se mide por las veces que respiras sino por los momentos que te dejan sin aliento, creo que no olvidaré nunca la sensación de bienestar y libertad que sentí durante toda esa semana en Torrevieja; ni olvidaré esos momentos estelares, fugaces pero valiosísimos, en el local del chef Daniel Siqueira; y mucho menos olvidaré a los pequeños guerreros Khail y Khalisa, que ya no creo que vuelva a ver y a los que espero que un ángel proteja. Al fin, del mismo modo que es posible ser libre entre rejas, como demostró el cardenal Van Thuan a lo largo de su penoso cautiverio, doy fe de que es perfectamente posible ser feliz en la ciudad más pobre y fea de España.
Es una cuestión "técnica": No hay forma de leer tus correos en gmail porque el texto no lo abarca la pantalla, sobrepasa la anchura del monitor de manera que la lectura se hace muy incómoda. ¿Se puede lograr que el texto se ajuste a la pantalla?
ResponderEliminarSaludos.
Hola Xemein.
EliminarNo te preocupes. Tiene solución. ¡Cómo has podido leer hasta ahora moviendo la barra horizontal! Verás. El texto se ajusta a la pantalla perfectamente si lo lees en el blog y no a través del correo. Para que puedas acceder al texto, y leerlo cómodamente, debes buscar el enlace y pinchar sobre él. El enlace es el título del texto, subrayado y en color azul. Es decir, no leas los correos; accede más bien al blog a partir de los enlaces. Espero que te sirvan estas indicaciones y que a partir de ahora la lectura te sea más gratificante.
Saludos cordiales.
Me parece uno de los mejores y más emotivos comentarios de tu blog. Tengo la misma opinión de Torrevieja aunque, al final lo que cuenta, son las experiencias vividas. Un abrazo grande.
ResponderEliminarCualquier lugar es bueno si uno encuentra paz y genera recuerdos que nunca olvidará. Gracias por enseñarnos cada rincón y contar anécdotas que resultan bastante divertidas :)
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