Las claves del poder mundial desveladas en este libro
En la era de la posverdad —palabra horrible ésta que sin embargo
describe en buena medida lo que llevamos de siglo—, incluso la literatura está
bajo sospecha. Por eso un libro que pretende mostrar de qué manera se domina el
mundo, desvelando las claves del poder mundial, ha de ser examinado con lupa. Y
yo lo he hecho. De modo que puedo afirmar que Así se domina el mundo es un libro contundente,
sustancioso y de fiar, al menos en líneas generales.
Su autor, Pedro Baños, es indudablemente un hombre de gran preparación: coronel del Ejército de Tierra y diplomado de Estado Mayor, ha sido jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo de Ejército Europeo en Estrasburgo. Esta obra, precisamente, es fruto de veinticinco años de trabajos, clases impartidas e investigaciones personales. Su nombre, además, apareció entre los candidatos a dirigir la seguridad nacional española, cargo a ocupar tras el advenimiento del golpe de Estado izquierdista que aupó a la presidencia del gobierno al canalla de Pedro Sánchez. Los medios progresistas acuchillaron a Baños antes de que se confirmara su nombramiento, motivo por el cual el famoso locutor de radio Iker Jiménez salió públicamente en defensa de su amigo, repartiendo a discreción sus mandobles (hoy los esnobs dirían «zascas») y mostrando su desencanto con el periodismo servil y sectario. Pero sospecho que ese rumor fue un globo sonda malintencionado.
Centrándonos ya en la obra que nos ocupa, ésta se divide en seis grandes capítulos, abarcados por una introducción y un epílogo. Como no quiero extenderme, haré una breve presentación del contenido y comentaré algunos puntos.
En la introducción, Pedro Baños señala que «desde tiempos inmemoriales, los poderosos han intentado imponer su voluntad». La esencia del poder no es otra que influir en el comportamiento del adversario, lo cual es una constante histórica. Para que seamos conscientes de la enorme influencia externa que pesa en nuestras vidas, y de la dificultad para desprenderse de ella, don Pedro ha escrito este libro.
En el primer capítulo se pone en situación al lector, haciéndole comprender el papel de la geopolítica en un mundo globalizado, pues «poco, o más bien nada, de lo que sucede en un país puede desligarse completamente de la situación internacional y de las tendencias mundiales». Y en ese líquido amniótico los Estados tienen que emplear estrategias y acciones para satisfacer sus necesidades e intereses, o dicho de otra manera, sus fines geopolíticos.
La geopolítica es definida aquí como la «actividad que se desarrolla con la finalidad de influir en los asuntos de la esfera internacional (...) evitando al mismo tiempo ser influidos», o serlo lo menos posible. En este sentido, nos encontramos ante un arte estrechamente ligado a las condiciones geográficas, dado el valor que poseen en términos de domino los distintos recursos naturales de la Tierra.
En el capítulo segundo se describe cómo es el mundo, visto por el autor como un patio de colegio, donde hay débiles (países dominados) y fuertes (países dominadores), que viven en un permanente estado de rivalidad. Muchos juicios de Baños merecen ser destacados de este segundo capítulo: «No hay nada más hipócrita y cruel que la política internacional, pues todo lo que en ella se gesta y realiza está basado exclusivamente en los intereses de cada país, los cuales son siempre efímeros y cambiantes, y muy poco o nada tienen que ver con los de los demás Estados. La política nacional también es despiadada y cainita, sin ningún miramiento hacia el adversario político, pues cualquier medida que contra él se adopte se considera legítima mientras sirva para debilitarlo y expulsarlo del poder, con la única intención de ocupar su lugar».
El tercer capítulo se ocupa de algunos principios geopolíticos que el autor considera inmutables: el peso de la economía, la obsesión por los recursos naturales, la energía y la tecnología, o la necesidad de atender a las necesidades vitales de los Estados, entendidos como organismos vivos. Atención especial merece la insistencia de Baños en advertir que vivimos en un estado de guerra permanente, que hoy en día tiene lugar a través de los servicios de inteligencia, la diplomacia y los medios de comunicación, «siendo el ciberespacio el nuevo escenario de confrontación». Los conflictos, en cualquier caso, son inevitables; pues los hombres luchan porque son hombres.
Las geoestrategias clásicas o más socorridas, para influir en los demás y evitar al mismo tiempo ser influido por ellos, son descritas en el cuarto capítulo. Ésta es la sección más extensa del libro. En ella el autor explica en qué consiste la intimidación, el cerco y el contracerco, la dominación indirecta, el uso de la mentira y de los medios de comunicación, la creación de enemigos, etc. Con un dominio impecable de los acontecimientos históricos de los últimos siglos, más una prosa clara y aportando los datos necesarios para valorar en su justa medida cada evento, Baños va exponiendo paso a paso los manejos y ardides de dominadores y dominados para, o bien alcanzar o mantener su hegemonía, o sobrevivir en esta jungla ininteligible y mortífera.
Los últimos dos capítulos, finalmente, se refieren a los errores más frecuentes en geopolítica (ignorar la idiosincrasia de los pueblos, mostrar el poder exponiendo las debilidades, no estar preparado para lo inesperado, confiar en vencer con rapidez y sin pérdidas propias o despreciar a las religiones y ofender a sus fieles) y a los pecados capitales de la misma (soberbia, envidia, pereza, avaricia, etc.) Este capítulo final es especialmente interesante, porque supone una visión antropológica de los conflictos humanos, haciendo notar asimismo el peso que tienen en el choque de civilizaciones y regiones del planeta las pasiones y flaquezas humanas, y por tanto resaltando el componente irracional. Mención especial debe hacerse del egoísmo, individual y colectivo, verdadero motor del mundo para Pedro Baños y resumen de los descritos vicios y flaquezas. A mi juicio, no anda desencaminado el autor, porque entiendo que la verdadera llave para interpretar la historia y por tanto la realidad mundana es teológica. No en vano el grito de guerra del ángel caído es «non serviam». Grito que dará finalmente la razón a Jesucristo, cuando dice que el príncipe de este mundo es el maligno.
Y ya en el epílogo, Baños alerta sobre la dirección hacia la que
se encamina la humanidad. Si se sigue este camino, dice el autor, «se puede
llegar al concepto de dictadura perfecta con apariencia de democracia (...) que
básicamente consistiría en una prisión sin muros de la que los presos ni
siquiera sueñan con escapar. Esencialmente, un sistema de esclavitud en el que,
gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre».
En fin, una vez digerido lo que contiene este libro, estoy en
disposición de aconsejar su lectura a cualquier lector mínimamente preparado. Así se domina el mundo es un libro con categoría,
enriquecido, además, con innumerables y valiosas citas. Por ello cualquier
persona que aspire a conocer el mundo en el que vive debería leerlo. En cuanto
a su autor, columbro que es un hombre honesto. Desde luego conoce el percal.
Sorprende, por ejemplo, que hable abiertamente de «armas de comunicación
masiva» (siendo cada vez más complejo llegar a conocer la verdad de lo que
acontece), de noticias falsas, de la hipocresía y el embuste de las relaciones
internacionales, de «la policía del pensamiento», de la corrección política, o
de la vigilancia permanente a la que están sometidas las personas. El autor
conoce —y usa el término, además— las operaciones de falsa bandera, las
injerencias de hombres como George Soros y quiénes son los dueños de las
mayores fortunas del mundo. Y creo, incluso, que no ignora quiénes sufragan el
terrorismo islamista...
Acabo ya con la presentación de este libro señalando algunos
defectos o ideas de Pedro con las que no concuerdo. De entrada, niego que la
seguridad humana sea la mayor preocupación de la humanidad y por tanto también
su finalidad misma. La finalidad de todo hombre es sobrenatural. El hecho de que
seamos mortales indica a las claras que nuestra patria terrenal no es
permanente. En segundo lugar, don Pedro Baños afirma en la página 460 de mi
libro que la bondad y la maldad son siempre subjetivas y vienen determinadas
por el lado en que se esté. Quiero entender que el autor se refiere únicamente
a las acciones de los Estados, ya que de acuerdo con éstos «solo hay intereses,
más o menos transparentes y legítimos». Y aun así, puede seguir hablándose de
un relativismo sobre el cual sería imposible llevar a cabo ninguna empresa
común. Finalmente, quiero aludir al fenómeno de los refugiados, del cual don
Pedro no parece saber que responde, como dice el obispo Atanasius Schneider, «a
un plan para borrar la identidad cristiana de Europa»; a la posibilidad de rivalidades
ultraterrestres, que dudo que se puedan dar, porque no creo que nadie pueda
salir al llamado espacio exterior; y al cambio climático, que el autor incluye
en su análisis geoestratégico, pero que representa un escandaloso fraude
económico de escala global. Únase a esto último la contradicción de la página
111 en relación con la importancia que reviste para las superpotencias el
Ártico. En ese punto afirma don Pedro Baños que a consecuencia del
calentamiento global, asociado al cambio climático, la zona ártica está mudando
su aspecto, lo que podría suponer un gran atajo en caso de poder ser atravesada.
Sin embargo, a continuación Baños cuenta que Rusia está construyendo
potentísimos rompehielos de propulsión nuclear, con 75.000 CV de potencia; lo cual
parece la verdadera causa del cambio de imagen del Ártico, y no el falso
calentamiento global.
Dicho esto, insisto una vez más, Así se domina el mundo es un trabajo notable en esta España
moribunda intelectual, cultural y espiritualmente. Y la importancia de su
lectura radica, a mi entender, en el buen oficio de su autor, por un lado, y en
su capacidad, por otro, para despertar conciencias y hacerles ver las múltiples
influencias nocivas que pesan sobre nuestras vidas.
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