El canto primero de la Odisea de Homero
Samuel Palmer, detalle de La despedida de Ulises |
El
canto primero comienza con la invocación del aedo a la musa, para
que ésta refiera la suerte de Ulises-Odiseo después de haber
destruido la ciudadela de Troya. Concluida la guerra entre griegos y
troyanos, todos los griegos que pudieron evitar la negra muerte,
habían vuelto a sus hogares, menos Ulises. Éste, lejos de su país
y de su esposa, permanece retenido en una gruta de la isla de Ogigia
por mandato de la ninfa Calipso, quien lo desea como marido.
Es
entonces cuando los dioses inmortales deciden poner fin a las
tribulaciones de Ulises y se reúnen, a excepción de Poseidón, en
el palacio de Zeus Olímpico. En seguida toma la palabra Atenea, la
diosa de ojos claros, que intercede ante Zeus a favor de Ulises. Por
las palabras que allí se vierten nos enteramos de que la hostilidad
de Poseidón hacia Ulises es debida a que éste dejó ciego al
cíclope Polifemo, vástago del dios marino. En cualquier caso, los
olímpicos resuelven el regreso de Ulises a su patria. De acuerdo con
esta sentencia, el mensajero Hermes se dirigirá hacia Ogigia para
anunciar a la hermosa Calipso la resolución de los dioses, mientras
Atenea viajará a Ítaca para infundir ánimo al hijo de Ulises,
Telémaco, a fin de poner coto a los pretendientes de su madre
Penélope, y enviarle a Pilos y Esparta para seguir la pista de su
padre.
La
escena siguiente tiene lugar en las estancias palaciegas de Ulises,
con éste ausente. Hasta la isla de Ítaca desciende Atenea, calzada
con sus sandalias doradas y su pesada lanza de aguda punta de bronce,
y tomando la forma externa de un extranjero, Mentes (rey de los
tafios), espera en el vestíbulo la acogida de Telémaco. Entretanto,
por la vivienda hormiguean los pretendientes de Penélope, que creen
al héroe muerto y aspiran a heredar hacienda y esposa. Cuando
Telémaco, que se encuentra entre ellos meditabundo, ve por fin a la
diosa —sin saber aún que se trata de ella— la invita a entrar en
su fastuosa morada y le confiesa el motivo de su angustia, la cual es
consecuencia de haber perdido a su querido padre, y de encontrar su
casa llena de hombres que viven impunemente y dilapidan su fortuna.
Atenea corrige en seguida a Telémaco, y sacándole de su error, le
anuncia que su padre no ha muerto. Por ello la diosa le exhorta a
buscar un medio de arrojar de su casa a los pretendientes —que a la
sazón se reúnen en torno a la mesa para participar en el festín de
esa noche— y a pensar en la venganza, de la misma manera que
Orestes vengó a su padre Agamenón matando a Egisto. Finalmente,
Palas Atenea anima a Telémaco a viajar a Pilos, para interrogar al
divino Néstor, y también a Esparta, para hacer lo propio con el
rubio Menelao: ambos, compañeros de armas de su padre en la Guerra
de Troya, le darán noticias de Ulises. Entonces, tras elevarse
Atenea y desaparecer como un pájaro, Telémaco se da cuenta de que
ha estado hablando con una diosa.
Acto
seguido aparece en la sala Penélope, que reprocha a los músicos sus
canciones festivas, evocadoras de las hazañas de hombres y dioses.
Lleva años llorando la ausencia de su marido, y a ese dolor se suma
la presencia de unos extraños en su casa, que devoran sin escrúpulos
su patrimonio y la procuran como esposa. Sin embargo, Telémaco
replica a su madre persuadiéndola de que regrese a sus estancias, a
su labor con la rueca y el telar, porque ese momento es para hombres
y él, el hombre de la casa, va a hablar. La madre obedece y se
marcha admirada. Entonces el joven, inspirado por un valor
sobrenatural, echa en cara a los pretendientes su insolencia y les
pide que abandonen el palacio, emplazando a los dioses para que
castiguen su comportamiento arrogante. A aquéllos, ciertamente, les
sorprende la valentía de Telémaco, pero, despreciándole,
vuelven a los cantos y al baile, regocijándose hasta la llegada de
la noche.
Ocultado
Helios, cada cual regresa a su casa. También Telémaco se retira. Le
desvela a su aya, la prudente Euriclea, sus intenciones; se acuesta,
y, cubierto con un vellón de oveja, piensa durante toda la noche en
el viaje del que le ha hablado la diosa...
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