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El más raro y milagroso crucifijo de Luis Segura: Investigación sobre el Santo Cristo de las Eras y de la Misericordia de Carcelén (Albacete)

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Hace aproximadamente cuatro siglos, dos frailes franciscanos caminaban por los caminos polvorientos del Reino de Murcia. Era el tiempo de la Cuaresma, y su misión consistía en viajar por las poblaciones rurales para insistir en la necesidad de conversión profunda de cara a la semana grande del año, en la que los cristianos eran llamados a vivir con especial intensidad los misterios de la Pasión de su Señor Jesucristo. Pero los frailes no viajaban solos: en la carreta tirada por las mulas, les acompañaba un misterioso crucifijo. Una vez cumplidos sus deberes pastorales, los frailes se dispusieron a regresar a su idílico cenobio. Sin embargo, no hubo manera de mover al Crucificado de aquel sitio. Y allí permanece desde entonces. Este libro contiene la historia de ese crucifijo misterioso. La fascinante historia de una de las esculturas de bulto redondo más bellas, milagrosas y desconocidas de España entera.

¿Quiénes fueron los hombres de las cavernas?

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¿Quiénes fueron los llamados hombres de las cavernas? ¿Fueron meros primates evolucionados, mitad humanos, mitad simios? ¿Eran, por el contrario, seres totalmente desarrollados, ajenos a los grupos antropoides y sin base orgánica alguna en común con ellos? Semejantes cuestiones siguen despertando vivas controversias entre los miembros de la comunidad científica internacional y el mundo académico, y representan en el fondo dos concepciones opuestas.  En el presente verano, he emprendido diversas excursiones a algunos de los lugares donde aquellos hombres considerados primitivos dejaron sus más expresivas huellas. He visitado sus hogares paleolíticos, para conocer de primera mano tanto las grafías prehistóricas como a los primeros pobladores humanos de la península ibérica. Y he quedado impresionado, en concreto de sus pinturas, ubicadas en cuevas y abrigos naturales.

La decadente Torrevieja y su encanto particular

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Dicen que Torrevieja ya no es lo que era. Hubo una época en la que era considerada la «Playa de Madrid». Y hasta la ciudad alicantina iban centenares de familias a disfrutar de unas vacaciones soleadas y excitantes. A la caída del sol, en los meses de verano, el paseo marítimo se abarrotaba de gente, y Torrevieja y alrededores (Santa Pola, Almoradí, Guardamar del Segura, Los Montesinos) se convertían, junto con las salas de baile de la vecina Valencia, en la referencia del ocio nocturno de toda España, desafiando a focos playeros tan punteros como Barcelona o Ibiza. Torrevieja fue hace treinta años el corazón de la famosa «ruta del bakalao», y no había discotecas tan nombradas ni reconocidas en ningún otro rincón del país (KKO, Sakkara, Revival, Central Rock, Chocolate, Hook, etc.). Hoy esos antiguos dinosaurios han desaparecido, y ya no queda de muchos de ellos ni su estructura ósea. Docenas y docenas de apartamentos se venden al mejor postor, sin encontrar comprador alguno, y la p

¡Cómo hemos podido caer tan bajo!

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De vez en cuando, por no decir a diario, todos recibimos en nuestro móvil mensajes más o menos pertinentes o molestos. A mí no me interesa la actualidad social ni política, y, cada día que pasa, consigo evadir mejor la inmundicia de los medios de comunicación y sucedáneos. Sin embargo, ayer un conocido me enviaba un enlace al vídeo al que a continuación me refiero. Y me acabé riendo por no llorar. Tras agradecer a esta persona el gesto de enviarme dicho vídeo, le dije lo que pensaba del mismo y le rogué que no me enviara del estilo ninguno más. Yo ya sé lo que hay, le dije. Además, quiero vivir al margen de la vorágine. Vivir  en el mundo —cosa irremediable—, pero al margen de éste. Tengo ideas claras y sé cuál es mi posición y qué actitud debo tomar frente al ordo ab chao o caos ordenado que están implantando los ingenieros de la cercana dictadura mundial, interesados en barbarizar a jóvenes y mayores y hacerlos domesticables y carne de abismo. Entre tanto, yo voy a vivir; fel

Dos hombres buenos en una terraza

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Ayer tarde, iba yo pensando en mis cosas, a unas horas en las que el ambiente empezaba a ser mucho más amable, cuando dos hombres buenos reclamaron mi atención desde una terraza. Con seguridad, de no haberme visto ellos, yo hubiera pasado de largo. Sin embargo, al advertir por el rabillo del ojo sus gestos, me desvié para saludarlos, esbozando una sincera sonrisa. Se trataba de esa clase de personas que siempre da gusto encontrarse en la calle. —¿Cómo estáis? —dije al llegar a ellos, mientras les estrechaba las manos. —Hola Luis. ¿Qué tal? ¿Has estudiado mucho? —No. La verdad es que no. He leído mucho, pero estudiar, lo que se dice estudiar de forma ordenada, nada. Desde que acabamos el curso, cero. —Pues nosotros estamos valorando en qué asignaturas nos vamos a matricular en septiembre; si es que lo hacemos. —Me lo creo. Aunque al final ya sabéis que siempre se acaba uno matriculando en más de las que puede. —Sí, sí. Siempre pasa. Es verdad. —Entonces no has estudiado nada.

Visiones en el Museo del Prado: El triunfo de la muerte de Pieter Brueghel

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Desde el punto de vista de un espectador, los museos son lugares donde se exponen obras de arte más o menos interesantes. Por lo general, se da por hecho que estos objetos artísticos son apropiados para todos los públicos. Sin embargo, me pregunto qué diría yo a un infante, a una de esas criaturas de alma inocente y suave, que se viera subyugada de repente por la macabra escena pintada por el viejo Pieter Brueghel. Cómo evitar ese cuadro, que sin duda es capaz de causar una viva impresión en los espíritus más jóvenes y blandos, y que atrae por sí sólo a cuantos orbitan en torno suyo en el Museo del Prado. Y, sobre todo, cómo decirle a ese niño que lo que mira con tanta atención es una visión inmisericorde de la muerte y, por tanto, una sombría reflexión acerca de ésta. Al menos en apariencia. El triunfo de la muerte es un cuadro dantesco. Aquí no me cabe ninguna duda. Refiere un día de furia, tal vez el día de la venganza de Dios, y la desesperada lucha de los vivos por escap

Homeland, valoración de la séptima temporada

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Homeland es una de las mejores series de televisión de la última década, y sin duda una de las más logradas del atractivo género de espías. Y ahora, tras siete temporadas, me ha parecido oportuno hacer alguna valoración, centrándome principalmente en la séptima, que no será la última. Después de siete temporadas en lo más alto, Homeland empieza a evidenciar signos de cansancio. Su factura técnica sigue siendo brillante, e igualmente brillante es el apartado interpretativo, con Claire Danes y Mandy Patinkin en plan estelar. Pero quizá por haber alcanzado tan gran éxito, en la serie ha acabado penetrando un tufo ideológico haciéndole perder profundidad, sagacidad y disimulo. Dividida la temporada en doce capítulos, se podría decir que hay dos partes claramente diferenciadas, separadas por el episodio cuarto. Hasta el cuarto capítulo el argumento gira en torno a la gestión de la presidenta de los Estados Unidos, Elizabeth Keane, y la oposición que le presenta a ésta un periodist

Homenaje póstumo a mi amigo Mario en el vigésimo aniversario de su muerte

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Mario es el primero empezando por la derecha. Y aquí, como tantas veces, aparece poniendo en mí sus ojos. Dos décadas es mucho tiempo. Yo no estuve saliendo con mi primera novia ni siquiera una, y sin embargo su paso por mi vida dejó en mi corazón un surco imperecedero. Otra marca, grabada también a fuego en mi corazón, la dejó un amigo. El próximo mes de septiembre hará veinte años que murió atropellado mi amigo Mario. Hoy tendría treinta y tres, como yo. Pero murió con trece. Dos décadas después, a pesar del tiempo transcurrido, todavía lo recuerdo, y no sólo cuando rezo por vivos y muertos: más de dos veces y más de tres he soñado con él jugando al tenis. Y en mis sueños Mario aún está vivo. Mario murió atropellado un día de fiesta. Regresaba de una romería junto a unos amigos cuando un coche apareció por el camino y se lo llevó por delante. El conductor iba ebrio. No recuerdo si mi amigo murió en el acto, u horas después en el hospital más cercano. Pero no se me olvidará